Hoy vamos a empezar un apasionante paseo por el universo. Un paseo partiendo del Sol y terminando en la más lejana de las galaxias. El paseo lo empezaremos en un sistema solar a escala, y lo situaremos en un entorno conocido por todos nosotros, un estadio de fútbol. Muchas veces hemos visto ilustraciones del sistema solar en las que se nos muestran los distintos planetas en sus órbitas alrededor del sol. Todas esas ilustraciones suelen respetar la escala del tamaño de los planetas, pero no sus distancias. Esto se debe a que si se hiciera una ilustración en la que la Tierra midiera, por ejemplo, cinco centímetros de diámetro, la página debería medir 1176 metros para incluir el sol, y 35 kilómetros para incluir al último de los planetas, Neptuno. Sería una ilustración poco manejable.
Vamos a empezar el paseo. Nos encontramos bajo una de las porterías, observando un radiante sol en miniatura, de 6,2cm de diámetro, el tamaño aproximado de una pelota de golf. Quiero emplear la misma escala en el tamaño de los cuerpos celeste que en las distancias que les separan, por lo que, para meter todo el sistema solar en un estadio de fútbol, los cuerpos deben ser muy pequeños.
Pues bien, tenemos ese diminuto sol justo sobre la línea de gol. A poco más de un metro de distancia, más o menos el lugar donde suele situarse el portero, nos encontramos con el primer planeta, Mercurio. Realmente sería difícil que lo encontrásemos, pues a esta escala Mercurio tendría un diámetro de 0,1 milímetros, bastante más pequeño que un grano de arena. Un par de pasos más adelante nos cruzamos con la órbita de Venus, a dos metros y medio de nuestro pequeño sol y más de dos veces más grande que Mercurio. Venus sería una pequeña mota de 0,27 milímetros de diámetro.
Damos un pasito más y ya nos encontramos con nuestro planeta. Estamos situados a solo 3,3 metros de la portería, de esa diminuta pelota de golf, todavía sin salir del área pequeña. En este punto se encuentra una pequeña mota, ligeramente mayor que Venus, de 0,28 milímetros de diámetro. Nos cuesta trabajo distinguir esta minúscula piedra en la que ha evolucionado la humanidad, en la que hemos pasado absolutamente todas nuestras vivencias. Ahora tenemos que dar dos pasitos más, hasta situarnos a unos cinco metros de nuestro sol, para ver la siguiente mota, Marte, de 0,15 milímetros de diámetro. Como todos los anteriores planetas, apenas puede distinguirse a simple vista.
Así seguimos andando hasta llegar al punto de penalti, a 11 metros de la línea de gol. Apenas trece o catorce pasos. Aquí no vemos absolutamente nada, y sin embargo estamos en el límite del sistema solar interior. Se trata del cinturón de asteroides. A nuestra escala, por aquí circulan millones de cuerpos del tamaño de bacterias, que no llegaron a juntarse para formar otra pequeña mota debido a la influencia gravitatoria de Júpiter, el más grande de los planetas del sistema solar y próxima parada de nuestro paseo. El cinturón de asteroides separa el sistema solar interior del exterior. Vemos que el interior, donde están los cuatro planetas rocosos, es realmente pequeño comparado con todo lo que hay ahí fuera.
Nos encontramos en el cinturón de asteroides, aproximadamente en el punto de penalti de nuestra portería. Unos cuantos pasos más y salimos por fin del área de penalti. A 17 metros de la línea de gol, la distancia de una falta peligrosa, está Júpiter, el gigante gaseoso. Éste ya es claramente visible por nosotros, del tamaño de una china pequeña o de un grano de pimienta, 3,2 milímetros de diámetro. Es el cuerpo más grande que encontraremos en todo el estadio, a excepción del sol, y tiene más masa que el resto de planetas juntos.
Para encontrar el siguiente cuerpo tenemos que andar prácticamente lo mismo que hemos andado hasta ahora. Saturno, el señor de los anillos, se encuentra ya a 32 metros de distancia y tiene un diámetro de 2,7 milímetros, algo menor que Júpiter. Otra pequeña piedrecita en el camino. Seguimos andando, atravesamos el centro del campo y una vez pasado el círculo central encontramos un nuevo planeta, Urano, de 1,2 milímetros de diámetro y situado a 63 metros del sol. Miramos para atrás, a esta distancia, e intentamos divisar la pequeña pelota de golf. Sería bastante difícil, de no ser porque esta pelota de golf brilla con mucha fuerza flotando en mitad de la vacua oscuridad del espacio.
Seguimos nuestro camino hasta llegar a la otra portería. Y bajo sus palos encontramos el último de los planetas, Neptuno, el cuarto gigante gaseoso. Mide 1,1 milímetros de diámetro, y le separa del sol todo un campo de fútbol, unos 105 metros. Un pequeño grano de arena separado más de cien metros de una pequeña pelota de golf y, en cambio, atado a ella por la débil pero tenaz fuerza de la gravedad. Y en medio de ellos, unos poquitos granos de arena, algunas bacterias, y el más absoluto de los vacíos. Ya fuera del estadio, y disperso por toda la ciudad, se encuentra el cinturón de Kuiper, millones de cuerpos tan pequeños como virus y separados metros y metros entre cada uno de ellos. Y rodeando toda la ciudad, abarcando incluso las provincias limítrofes, incluso media España, la nube de Oort, de la que poco sabemos. Al fin y al cabo estamos intentando mirar la provincia vecina desde un pequeño grano de arena situado a un par de metros de una portería, con unos telescopios que a esa escala serían del tamaño de un átomo, algo mayores que nosotros mismos.
Pero el viaje no termina aquí. Podemos seguir paseando hasta llegar a la siguiente pelota de golf, la estrella más cercana, Próxima de Centauri, parte del sistema estelar triple de Alfa Centauri. Y en este caso ya sería mejor coger el coche, pues se encuentra a más de 800 kilómetros de distancia. En medio, absolutamente nada. Esta es la estrella más cercana. Imaginar que desde nuestra pequeña mota intentamos descubrir otra pequeña mota oscura que se encuentra a 800 kilómetros de distancia y además justo al lado de un potente foco que nos deslumbra. Difícil, ¿verdad? Pues ese es el motivo por el que aun no hemos observado directamente ningún planeta rocoso. Ahora imaginar que construimos una pequeñísima nave microscópica con la que intentamos atravesar esos 800 kilómetros hasta llegar a nuestra nueva mota. Absolutamente imposible. Nuestro destino es permanecer eternamente atados a nuestro pequeño sol, su futuro es el nuestro, a no ser que una buena parte de nuestra ciencia esté equivocada. Lo siento por los amantes de las películas de ciencia ficción, aunque ojalá me equivoque. Y es nuestra estrella más cercana, nuestra vecina, a solo 4,22 años luz de distancia. Imaginar la distancia que significa 13.000.000.000 años luz, el lugar donde se encuentran las galaxias más alejadas de nosotros. El universo es increíblemente grande y está increíblemente vacío.
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