La mayoría de las ciudades funciona con electricidad, pero esta no. Esta funciona gracias al horror. El sufrimiento sirve de energía transformable; el terror es el más valioso recurso natural de la ciudad y es extraído como si fuera combustible. Los alquimistas industriales y los brujos del ayuntamiento se sirven de sus avanzadas artes de hechicería para aprovechar la actividad sináptica que se desata de manera continua entre las neuronas, y cuya mayor productividad corresponde al dolor. En las zumbantes centrales de energía, los residentes menos útiles de la ciudad son apresados, colgados boca abajo de largas losas de piedra y torturados de forma sistemática. La tortura nunca termina, y las víctimas tampoco llegan jamás a morir. Simplemente siguen allí, a menudo durante siglos, convulsionándose por un dolor sin fin cuya energía es extraída de sus cerebros al descubierto y conducida a los enormes transformadores.
Una sola alma humana puede generar energía suficiente para iluminar una manzana de casas... por toda la eternidad.
Ciudad infernal, Edward Lee
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