domingo, septiembre 03, 2006

El Último Día De Los Dinosaurios (Parte III y fin)

LOS OTROS HOLOCAUSTOS

Como un manto de muerte, ha caído sobre la Tierra una larga noche. Nada se ve. Los rayos del Sol son cosa del pasado. Hace un mes que se produjo la explosión y continúa la pertinaz lluvia de polvo y rocas. Los días más claros han sido aquellos en los que se ha visto una décima parte de la luz de la Luna en las noches normales. La temperatura desciende, a veces, hasta los 30 grados bajo cero. El paraíso de los dinosaurios es ahora un mundo de hielo. La vida vegetal ha sido la primera afectada: sin luz solar no hay fotosíntesis; sin fotosíntesis las plantas mueren. También los animales herbívoros. Especies de dinosaurios como el Ceratosaurus son las que mejor se han adaptado al cataclismo: por disponer de una estructura más bien pequeña y por ser carnívoros, todavía no han sucumbido. Lo mismo que el plesiosaurio, el dinosaurio marino que aún sobrevive en el mar.
Pero más tarde o más temprano la muerte les llegará (La leyenda sobre el Monstruo del Lago Ness, y la teoría de que podría ser un plesiosaurio, tiene en realidad una base científica. Por vivir en el mar, al plesiosaurio se lo considera el último dinosaurio, por ser el último afectado por este colapso de cadena alimenticia producido tras la caída del meteorito.)
Han pasado cuatro meses desde la explosión. Ya casi no hay dinosaurios gigantes. Sobreviven los más pequeños de la especie. Los muy pocos que han podido nacer en este tiempo han debido enfrentarse a un defecto genético, provocado quizá por la insuficiente nutrición de sus progenitores: los huesos se han abierto prematuramente, y un gran porcentaje de las crías ha muerto. Las que han nacido en término, no resisten los nuevos rigores del clima terrestre. Las especies carnívoras no encuentran comida. Ha cesado la lluvia de polvo, eso sí, permitiendo que el Sol reaparezca. Pero lejos de ser una gracia, se ha provocado una nueva catástofre. Aquella nieve se ha convertido en lluvia y ahora hay demasiado vapor en la atmósfera, impidiendo que el calor de la Tierra escape hacia el espacio. En poco más de un mes, la temperatura de la Tierra ha pasado a ser de 30 grados bajo cero a 32 grados sobre cero, o sea, 10 grados más que en los tiempos normales, cuando había dinosaurios (este fenómeno es el que los científicos ahora dan en llamar "efecto invernadero")
En el mar se produce un nuevo colapso. Sucumbirá también el plesiosaurio, el único superviviente de la especie. El plancton del mar (lo que genera vida en él, conocido también como "el pasto del mar") es muy vulnerable a los cambios de temperatura. La escasez de plancton condujo a la falta de oxígeno. Los pequeños peces que se alimentan de él, murieron. Los grandes peces que se alimentan de los pequeños peces, también murieron.
Los mamíferos, en especial los roedores, se han apropiado de la Tierra, ahora una tierra de nadie.
El espasmo se adueña del paisaje. El ciclo de la vida impone otra vez una fatal apuesta: evolucionar por necesidad del cambio o volver hacia atrás, hacia formas rudimentarias.
Será la apuesta de ahora, será la apuesta de siempre.

La Tierra , edad contemporánea, año 1991. Otro tiempo.

Un directo descendiente del mono, con muchos menos pelos que su antecesor y un cerebro más evolucionado, desentraña con afán y una pizca de unción las huellas de quienes poblaron el planeta hasta hace 65 millones de años. Desde su omnipotencia humana se formula todas las preguntas. Desde su limitación humana ha podido responder sólo algunas.



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