Situado en la Montaña Hongshan en Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tibet, el Palacio Potala se encuentra a 3.700 m sobre el nivel del mar. Se dice que con motivo de la llegada de la princesa Wen Cheng, de la familia imperial Tang, el rey tibetano Sontsan Gampo mandó construir este magnífico palacio de mil salas y pabellones en el año 631. Ocupa un área de 410.000 metros cuadrados y tiene una superficie edificada de 130.000 metros cuadrados. Se trata de la quinta esencia de la antigua arquitectura tibetana.
Lugar sagrado de los budistas tibetanos, numerosos peregrinos y turistas acuden allí todos los años. La visita se inicia al pie de la colina, donde hay una estela sin inscripciones. Se asciende por escalinatas zigzagueantes y cubiertas de piedra hasta llegar a la Puerta del Este, donde aparecen las efigies de los cuatro dioses guardianes. Cinco de los palacios tienen tejados de cobre y están pintados de oro. Su diseño y construcción toman en cuenta la luz solar de la meseta, y en sus fundamentos anchos y sólidos hay túneles y ventosas. Cada sala o alcoba tiene una claraboya para la iluminación y ventilación. Las columnas y vigas del palacio están esculpidas, y las paredes poseen murales multicolores. Desde tiempos remotos los tibetanos suelen pintar piezas de madera y cerámica. Los murales en el Palacio Potala suman un total de 2.500 metros cuadrados.
El Palacio Potala conserva muchas piezas de hierro, cobre, oro y plata, entre ellas armas y corazas del Reino de Tubo. Pero también hay utensilios litúrgicos, pieles y cuero, textiles y papel, así como libros de oro, sellos, piezas de porcelana, esmeraldas y recipientes de jade esculpidos que los emperadores del gobierno nacional regalaron al Dalai Lama.
En 1961, el Palacio Potala se incluyó entre las reliquias bajo protección estatal prioritaria. El palacio fue restaurado en 1989 con fondos asignados por el Gobierno Central. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994.
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